Crecer juntos: el Picnic Literario de Melybee

Realización & Texto Marie Anne Arreola   |   Octubre 2025

En un parque de Tijuana, un grupo de lectores se reúne cada mes con libros bajo el brazo y algo para compartir sobre el mantel: café, postres, fruta. No hay podios ni micrófonos, sólo conversación. El proyecto se llama El Picnic Literario, y detrás de él está Melissa Zamudio, una lectora y gestora cultural que ha logrado convertir la lectura en un ejercicio colectivo, cercano y cotidiano.

"Siempre había querido comentar los libros que leía con más personas", explica. "Comencé con Lecturas Conjuntas virtuales, pero sentía que necesitaba algo presencial, una experiencia compartida." De ese deseo surgió el Picnic Literario: un club de lectura al aire libre, sin formalidades ni límites de espacio. "En el parque ya no tenía que preocuparme por cuántos éramos, y además podíamos comer mientras leíamos."

Desde su primera edición en 2024, el proyecto ha crecido de manera orgánica. Lo que empezó como un encuentro entre desconocidos hoy funciona como una pequeña red de lectores que se reúnen por gusto y curiosidad.

"Al principio éramos pocos, pero con el tiempo se formaron amistades muy fuertes. Incluso algunos autores independientes se han acercado para proponer sus libros."


El formato, (mitad picnic, mitad tertulia), ha resultado clave para mantener la participación. Cada reunión incluye comida compartida y actividades complementarias: rifas, dinámicas, talleres improvisados. "Hemos hecho pulseras, intercambiado libros, pintado separadores e incluso tenido concursos de disfraces. Son formas de seguir conectando." Entre encuentros, el grupo se mantiene activo en un chat donde Melissa lanza preguntas o juegos literarios.

Gestionar un proyecto independiente implica sus propios retos. "Lo más complicado ha sido organizar todo sola. A veces el clima no ayuda o las reuniones se extienden más de lo previsto", admite. "Aun así, el no depender de instituciones nunca ha sido un obstáculo. Aunque todo sale de mi bolsillo, los miembros del club sostienen las reuniones: cada quien aporta algo. Esa colaboración lo mantiene vivo."

Más allá de la logística, El Picnic Literario ha transformado también la mirada de su fundadora. "He aprendido a escuchar y a debatir desde la empatía. Organizar esto me mostró que soy capaz de crear espacios donde la lectura sea una experiencia compartida", dice. "Y, sobre todo, me hizo darme cuenta de cuántos lectores hay en mi ciudad."

Melissa insiste en que los círculos de lectura fuera del ámbito escolar son vitales. "En los clubs leemos lo que queremos leer. Eso cambia todo", afirma. "Son espacios libres, horizontales, donde se pueden descubrir autores, géneros y temas que rara vez llegan a las aulas."


El impacto de proyectos como El Picnic Literario trasciende el parque donde se reúnen. En los últimos años, la gestión cultural independiente ha adquirido un papel central en la vida literaria de México, especialmente en ciudades fronterizas y del norte, donde el acceso a programas institucionales es limitado o intermitente. En Tijuana, por ejemplo, los círculos de lectura, ferias autogestivas y clubes comunitarios han crecido al margen de las instituciones públicas. Estas iniciativas responden a una necesidad concreta: generar espacios accesibles y sostenibles frente a la precarización de los apoyos culturales, la falta de infraestructura y la concentración de recursos en los grandes centros del país.

"El Picnic Literario no depende de convocatorias ni patrocinios, y aun así ha logrado sostenerse con constancia", señala Zamudio. "Esa independencia nos da libertad, pero también exige creatividad: pensar en nuevas formas de sostenernos, de mantener el interés y de hacer comunidad."

Según datos del INEGI y de la Encuesta Nacional de Hábitos de Lectura 2023, menos del 45% de los mexicanos declara haber leído un libro en el último año, y la mayoría lo hace fuera de contextos institucionales. En ese panorama, los clubes autogestionados funcionan no sólo como espacios de lectura, sino como plataformas de mediación cultural: lugares donde se comparten libros, pero también afectos, tiempo y territorio.

El modelo se repite en otras ciudades: desde los cafés literarios de Guadalajara hasta los círculos feministas de lectura en Monterrey o las bibliotecas comunitarias de Oaxaca. En conjunto, forman una red descentralizada de iniciativas que llenan los vacíos que dejan las políticas culturales. "Cada vez surgen más círculos de lectura y eventos literarios en Tijuana, algo que antes no pasaba", dice Melissa. "También hay más creadores de contenido dedicados a la literatura. Y muchos amigos y familiares que antes no se interesaban por leer, ahora se acercan a pedirme recomendaciones o quieren unirse al club. Eso es lo más gratificante."

En una época dominada por la virtualidad, El Picnic Literario propone un gesto simple y profundamente político: leer en voz alta, compartir, ocupar el espacio público. Una manera de volver al cuerpo y a la palabra como formas de resistencia y encuentro. "Lo que me mantiene con ganas de seguir es el cariño: por el proyecto, por la gente y por los libros," resume Melissa.

Entre mantas, libros y tazas de café, los encuentros se repiten cada mes. No son sólo lecturas compartidas, sino un acto de continuidad cultural: una escena que se expande desde el césped hasta la ciudad, demostrando que la gestión independiente no es una alternativa menor, sino el corazón vivo de la vida literaria contemporánea en México.



Marie Anne Arreola is a cultural journalist, editor, and bilingual poet whose work bridges storytelling, identity, and independent publishing. Her writing explores digital femininity, altered states, and memory through a poetic lens shaped by both the internet and introspective tradition.