Reporte Editorial: "En Memoria Digna" por Vanessa Saavedra

Realización & Texto Marie Anne A.   |   Mayo 2025

En un país donde los titulares suelen reducir a las víctimas de feminicidio a números o a los detalles más crudos del crimen, la artista plástica Vanessa Saavedra propone una pausa. Su proyecto En Memoria Digna rehúye el amarillismo para reconstruir, con respeto y ternura, la vida de mujeres como Cecilia y Anapaola. En lugar de centrarse en cómo murieron, sus instalaciones invitan a preguntarnos quiénes fueron, qué amaban, cómo habitaban el mundo. Desde una sensibilidad profundamente ética y estética, Saavedra combina elementos del altar de muertos y la memoria doméstica para dar forma a una narrativa visual que interpela tanto al espectador como al discurso dominante de los medios. 

En esta conversación, habla sobre el poder de las imágenes para restaurar dignidad, el proceso íntimo de reconstrucción de las memorias y el impacto emocional —y político— de representar a las víctimas como lo que fueron: personas únicas, complejas, amadas.

Marie Anne: Tu trabajo desafía la manera en que los medios retratan la violencia de género. ¿Cómo crees que la narrativa visual puede cambiar la percepción pública sobre las víctimas de feminicidio y su memoria?

Vanessa Saavedra: Creo que el ser humano responde mucho más rápido a una imagen que a una palabra. Los medios tienden a enfocarse en la historia del crimen, y la individualidad y dignidad de la mujer víctima pasan a un segundo plano. Con mi proyecto En Memoria Digna, quise construir una narrativa visual que partiera del respeto, el cariño y la memoria compartida. Las narrativas visuales tienen el poder de mostrar detalles específicos, sobre todo cuando nacen del diálogo con quienes conocieron y amaron a las personas representadas. Además, no estoy inventando algo nuevo: esto ya existe en la cultura mexicana. La instalación se sitúa en una intersección entre los altares de Día de Muertos y las paredes familiares llenas de retratos. Es una forma de invitar al público a sentir, a recordar y a conocer, no solo a reaccionar. Cuando alguien se detiene frente a una pintura o un objeto y reconoce una presencia, una historia, ahí es donde creo que empieza a cambiar la percepción. Es una forma de decir: ellas no son una cifra. Son mujeres que merece ser recordadas con dignidad.

MA: En tus memoriales, decidiste centrarte en la vida de estas mujeres en lugar de en su muerte. ¿Cómo fue el proceso de reconstrucción de sus historias y qué desafíos enfrentaste al darle forma a su esencia a través del arte?

VS: Retratarlas desde una perspectiva con más humanidad fue la motivación principal de mi proyecto. Mi objetivo es conocer quiénes fueron Cecilia y Anapaola en vida, cómo eran en sus momentos cotidianos, qué les gustaba, cómo se relacionaban con su entorno.

El proceso fue profundamente colaborativo. Me acerqué a sus familias y amistades con mucho cuidado y respeto. Platicamos en persona, por teléfono y por videollamada. Ellas me compartieron recuerdos muy íntimos: frases que solían decir, colores que usaban, dulces favoritos, gestos, olores, música que escuchaban. Todo eso fue lo que me permitió comenzar a construir algo más fiel, y más cercano a su esencia.

Uno de los mayores desafíos fue trabajar con la responsabilidad de no distorsionar sus memorias. Me preguntaba constantemente: ¿esto realmente les haría justicia? ¿Estoy interpretando con sensibilidad o imponiendo mi mirada? A veces no tenía suficiente información visual o espacial, como en el caso de Cecilia, y sentí que no podía avanzar hasta que su familia me mostró videos de su casa y su forma de estar en el mundo. Eso cambió por completo mi forma de abordarla. También fue un proceso emocionalmente fuerte. Acompañar esas historias implicó sostener el dolor, pero también encontrar mucha ternura en los detalles. Para mí, esas pequeñas cosas—un chaleco, un tutú, una estrella, una frase— son las que tienen el poder de contar una vida con dignidad.

MA: Desde el punto de vista artístico y social, ¿qué impacto esperas que tengan estas instalaciones en quienes las observan? ¿Has recibido alguna reacción que te haya marcado particularmente?

VS: Artísticamente, me honraría mucho saber que este trabajo puede inspirar, aunque sea a una artista más, a crear representaciones dignas de mujeres víctimas de feminicidio. Que no se quede solo en mí, sino que podamos formar una red, una constelación de voces visuales que resistan al olvido y al tratamiento superficial de estas historias. Socialmente, me interesa que estas instalaciones inviten a mirar con más cuidado, a no dar por hecho lo que nos cuentan los medios. Que el público se enfrente a estas piezas y sienta que hay algo más allá del dolor: una vida, una historia, una presencia.

Las reacciones que más me han marcado han sido las de las familias. No necesito que me digan que es "bonito"; lo que me conmueve es cuando me dicen que sienten la esencia de Cecilia o de Anapaola en el trabajo. Eso, para mí, lo es todo. Porque no hay mayor validación que saber que quienes las amaron sienten que el recuerdo está siendo representado con respeto.

MA: La memoria colectiva y la justicia simbólica son elementos clave en proyectos como el tuyo. ¿Cuál crees que es el poder que tiene el arte en casos como estos?

VS: No creo que el arte pueda llenar los vacíos que deja la falta de justicia. Puede generar consciencia, recuerdo y reflexión, pero no puede reparar una pérdida ni reemplazar la acción judicial que nunca llegó. En Memoria Digna no es una protesta, ni busca señalar directamente al sistema legal. Lo que hace es ofrecer un espacio de memoria: un espacio digno donde Cecilia y Anapaola puedan ser recordadas por quienes fueron en vida. Y aunque eso no llena el vacío, sí se opone a las narrativas mediáticas que reducen su existencia a una tragedia.

MA: Después de este proceso, ¿cómo ha cambiado tu visión sobre el arte como herramienta? ¿Hacia dónde te gustaría dirigir tu trabajo en el futuro tras esta investigación?

VS: Este proceso me ayudó a entender que el arte no siempre tiene que denunciar de forma directa para ser político. A veces, simplemente ofrecer un espacio digno para la memoria ya es un acto de resistencia. No todas las piezas tienen que gritar para señalar una injusticia; algunas lo hacen desde el cuidado, desde el detalle, desde lo íntimo. Mi visión del arte se ha ampliado. Ya no pienso solo en la pintura como un fin, sino como parte de una red más amplia de formas de narrar: objetos, textiles, sonido, incluso ritual. Me interesa seguir explorando cómo el arte puede acompañar procesos de memoria sin apropiarse de ellos. Cómo puede tocar sin invadir.

Después de En Memoria Digna, me gustaría seguir trabajando en proyectos que generen escucha, conversación, y espacio para lo que a veces no se dice. No sé si eso siempre tomará la forma de una denuncia, pero sí quiero que mi trabajo siga partiendo del respeto profundo por las vidas de las personas que representa.